
La lactosa es un azúcar de origen natural presente principalmente en la leche y sus derivados que, para digerirse, necesita una enzima llamada lactasa. Cuando el intestino delgado no puede digerirla o descomponerla, aparece la intolerancia a la lactosa. Veamos qué es, cuáles son sus tipos y cómo podemos identificar y tratar la intolerancia a la lactosa en bebés.
¿Qué es la intolerancia a la lactosa?
La intolerancia a la lactosa es un problema digestivo de malabsorción que no debe confundirse con la alergia a la leche de vaca, en la que está involucrado el sistema inmunitario y puede comprometer la vida de quien la padece.
En la intolerancia a la lactosa, el intestino delgado no produce cantidades suficientes de lactasa, la enzima necesaria para la digestión y la descomposición de la lactosa en sus dos azúcares simples: la glucosa y la galactosa, por lo que parte de la lactosa consumida llega al colon de manera íntegra.
La descomposición de la lactosa por parte de las bacterias colónicas mediante fermentación generará diferentes componentes, especialmente gases y ácidos orgánicos, que serán los causantes de los síntomas de la intolerancia.
Mientras que la intolerancia a la lactosa es muy frecuente en adultos, los bebés nacidos a término no suelen mostrar signos de este trastorno antes de los 3 años de edad, siendo los bebés prematuros o los que nacen con un defecto genético que dificulta la producción de lactasa.
¿Qué tipos de intolerancia a la lactosa hay?
Existe una intolerancia a la lactosa primaria, crónica, de causa genética, producida por la disminución progresiva de las concentraciones de lactasa, cuyos síntomas sólo mejoran al reducir o retirar el consumo de leche y derivados, y una intolerancia a la lactosa secundaria, transitoria y reversible, que aparece en caso de trastornos intestinales provocados por microorganismos, fármacos o determinadas enfermedades crónicas, y que desaparece cuando se regenera la mucosa intestinal.
Así mismo, los bebés nacidos prematuramente tienen más probabilidades de tener un tipo de intolerancia a la lactosa, conocida como deficiencia de lactasa del desarrollo o intolerancia a la lactosa por deficiencia madurativa, que, por lo general, es pasajera y desaparece poco después del nacimiento.
Y, finalmente, existe también una cuarta forma, muy infrecuente, la intolerancia a la lactosa congénita, presente desde el nacimiento, causada por una alteración en el gen encargado de producir la lactasa, que impide la formación de esta enzima o su correcto funcionamiento.
¿Cómo identificar si un bebé es intolerante a la lactosa?
Los gases, la diarrea, la hinchazón abdominal, el dolor de tripa, los retortijones, los ruidos intestinales, las náuseas y los vómitos son los síntomas que suelen aparecer entre los 30 minutos y las 2 horas de haber tomado leche o derivados en caso de ser intolerante a la lactosa.
Una prueba de hidrógeno en aliento, una prueba de tolerancia a la lactosa, una prueba de tolerancia a la leche o una muestra de heces podrán ayudar al pediatra a diagnosticar una intolerancia a la lactosa.
Consejos para tratar la intolerancia a la lactosa en bebés
El pediatra, en función del tipo de intolerancia que se le diagnostique al bebé, valorará las recomendaciones dietéticas en cada caso individual, siendo la intolerancia a la lactosa congénita la más delicada.
Una leche de fórmula sin lactosa, específica para los bebés con intolerancia a la lactosa o alergia a las proteínas de la leche, estaría especialmente indicada en caso de intolerancia a la lactosa congénita. Una fórmula infantil a base de un hidrolizado de proteínas (caseína) de leche de vaca, una fórmula infantil de aminoácidos libres exenta de proteínas de leche de vaca o una fórmula infantil a base de un hidrolizado de proteínas de arroz podrían ser una buena alternativa.
Un suplemento de lactasa podría ayudar a aliviar los síntomas en caso de intolerancia a la lactosa.
Así mismo, en caso de síntomas graves, que justifican la supresión total de la lactosa, deberán sugerirse alimentos ricos en calcio y vitamina D, en caso de que el niño ya haya empezado con la alimentación complementaria, o bien recomendarse suplementos vitamínicos que cubran estas carencias.
Referencias bibliográficas
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