Una de las cosas que más inquieta de la crianza de un bebé es cómo alimentarle correctamente, porque una alimentación saludable y equilibrada condicionará sus hábitos futuros y será esencial para que alcance todo su potencial con relación al crecimiento, la salud y el desarrollo. Veamos qué componentes tienen la leche materna y la leche de fórmula y cuáles son las peculiaridades de cada uno de los tipos.
Composición de la leche materna
La leche materna contiene todos los nutrientes que un lactante necesita durante los primeros 6 meses de vida: grasas, carbohidratos, proteínas, vitaminas, minerales y agua, además de factores bioactivos que actúan sobre el sistema inmunitario y la digestión.
Las grasas (3,5 g por cada 100 ml de leche) proporcionan aproximadamente la mitad del contenido energético de la leche. Secretadas en pequeñas gotas, aumentan en cantidad a medida que avanza la toma, de ahí que la leche al inicio tenga un color azul grisáceo y, hacia el final, adopte un aspecto blanco cremoso. Contienen ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga, el ácido docosahexanoico (ADH) y el ácido araquidónico (AA), muy importantes para el desarrollo neurológico de tu bebé.
La lactosa, un disacárido, es el principal carbohidrato de la leche materna. Presente en una cantidad superior que en la mayoría de las leches de fórmula (7 g por cada 100 ml de leche), constituye otra fuente importante de energía. Otro tipo de azúcares presentes en la leche materna, los oligosacáridos, tienen un importante papel protector frente a la infección.
En una concentración menor (0,9 g por cada 100 ml de leche) que en la leche animal, la proteína de la leche humana difiere tanto en cantidad como en calidad respecto a las otras. Su menor cantidad, que evita sobrecargar los riñones inmaduros de tu bebé con productos nitrogenados de excreción; su equilibrio de aminoácidos; su caseína, más fácil de digerir, y su contenido de proteínas solubles más rico en alfa-lactoalbúmina, con menor riesgo de intolerancia que la beta-lactoglobulina de la leche de vaca, la convierten en la mejor opción en los primeros meses de vida.
Respecto a las vitaminas, la leche materna, salvo que la madre presente alguna deficiencia, contiene suficientes cantidades para el lactante, a excepción de la vitamina D, que requerirá de la exposición a la luz del sol o de la suplementación.
Referente a los minerales, aunque el hierro y el zinc estén presentes en baja concentración, su biodisponibilidad y su absorción son elevadas. Por lo tanto, si los reservorios de hierro de la madre son adecuados y el bebé ha nacido a término, los lactantes tendrán una reserva de hierro suficiente para satisfacer sus necesidades.
Por último, la leche materna contiene también interesantes factores bioactivos con capacidad antimicrobiana (inmunoglobulinas, leucocitos, proteínas del sueño y oligosacáridos) y digestiva (lipasa, que facilita la digestión de las grasas, y factor epidérmico de crecimiento, que favorece la maduración de las células de la mucosa intestinal).
Una mención especial merece el calostro, primera leche producida por la madre, que, en comparación con la leche madura, es rico en glóbulos blancos y anticuerpos, y contiene una concentración de proteínas, minerales y vitaminas liposolubles mayor.
Composición de la leche de fórmula
La leche de fórmula, elaborada generalmente a partir de leche de vaca o productos de soja industrialmente modificados, presenta una cantidad de nutrientes ajustada durante el proceso de manufactura que le permite asemejarse a la leche materna. Sin embargo, las diferencias cualitativas con relación a las grasas y las proteínas no pueden modificarse, por lo que se mantiene la ausencia de factores bioactivos.
Aunque su composición varía en función de la marca y el país, la leche de fórmula habitual se prepara con leche de vaca desnatada y procesada, con emulsionantes y estabilizadores añadidos para ayudar a mezclar los aceites y el agua al preparar la toma, lactosa y otros azúcares (sirope de maíz, fructosa, maltodextrina), aceites vegetales (palma, colza, coco, girasol y soja), ácidos grasos (procedentes normalmente del aceite de pescado), vitaminas y minerales, enzimas, aminoácidos y probióticos.
A propósito de la leche materna y la leche de fórmula
Aunque tanto la leche materna como la leche de fórmula proporcionan energía, hidratación y nutrientes que permiten un crecimiento adecuado del bebé, tome la leche que tome, la leche materna, en constante evolución, es, sin duda, la mejor opción, y se adapta totalmente a las necesidades nutricionales del recién nacido. De hecho, la leche materna debería ser el único alimento que se administrará al bebé durante los primeros 6 meses de vida, lo que se conoce como lactancia exclusiva. A partir de ese momento, los bebés deberían comenzar a comer alimentos complementarios seguros y adecuados, mientras continuasen amamantando hasta por 2 años o más. Sin embargo, contrariamente a las indicaciones de la Organización Mundial de la Salud, menos de la mitad de los lactantes se alimentan exclusivamente con leche materna.
La lactancia natural disminuye el riesgo de desarrollar algunas patologías (diabetes mellitus, dislipemia, sobrepeso, asma y alergias) y permite satisfacer determinadas necesidades emocionales. Así mismo, dar el pecho también tiene beneficios sobre la madre, como el poder gozar de un posparto más fisiológico o el reducir la incidencia de determinados tumores ováricos y mamarios premenopáusicos.
La salud materna puede contraindicar la lactancia natural, en caso, por ejemplo, de estar recibiendo quimioterapia o de presentar una tuberculosis activa.
La leche de fórmula es una alternativa a la leche materna, que permite saber la cantidad de leche que está ingiriendo el recién nacido y, al digerirse más lentamente, disminuye el número de tomas. Sin embargo, la leche de fórmula requiere preparación, no contiene algunos nutrientes, carece de anticuerpos, puede producir más gases o estreñimiento que la leche materna y tiene un coste económico asociado.
Hay situaciones en las que recurrir a la leche de fórmula, individual o complementaria, puede resultar imprescindible: mujeres que toman medicación incompatible con la lactancia, mujeres que no producen leche suficiente para alimentar correctamente al recién nacido, bebés prematuros o recién nacidos con reflejo de succión débil.
Y, por supuesto, contar con el criterio del profesional de la salud antes de decantarse por cualquier opción, permitirá tomar la mejor decisión sobre cómo alimentar al bebé.
Referencias bibliográficas
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- Departamento de salud y desarrollo del niño y del adolescente. La alimentación del lactante y del niño [en línea]. Estados Unidos de América: Organización Mundial de la Salud; 2010. https://iris.who.int/bitstream/handle/10665/44310/9789275330944_spa.pdf?sequence=1 [Consulta: 9 de abril de 2024].
- OMS/UNICEF. Estrategia mundial para la alimentación del lactante y del niño pequeño [en línea]. Ginebra: Organización Mundial de la Salud; 2003. https://www.unicef.org/colombia/media/2361/file/Estrategia%20Mundial%20para%20el%20lactante%20y%20el%20niño%20pequeño.pdf [Consulta: 9 de abril de 2024].-