Ya está aquí el verano. Y como cada año, las altas temperaturas en estas zonas del Mediterráneo nos pillan una vez más por sorpresa. Las consultas se llenan de madres y padres preocupados porque los niños han perdido el interés por la comida. Y así es.
En muchos casos, los niños, como los adultos, ven disminuido su apetito al empezar el calor y esto no debe preocuparnos. En ocasiones ocurre lo contrario, los niños ven aumentada su actividad física porque en esta época no paran ni un minuto y la nevera se vacía a una velocidad asombrosa, están pidiendo comida a todas horas. Esto es lo que a mí personalmente me ocurre. Así que no me ha quedado otro remedio que intentar poner unos horarios fijos si no quiero que mi casa se convierta en una jungla: Niños que entran y salen a toda velocidad de casa y atracan la nevera como si no hubiese mañana; niños entre los que incluyo a mis hijos y a sus amiguitos de la urbanización, son como termitas, ¡Qué barbaridad!
- ¡Chicos, esto no! – les dije la semana pasada- Desayuno, almuerzo, comida, merienda y cena es más que suficiente para cubrir vuestras necesidades.
Y ahora van unos consejos:
- Ofréceles agua con regularidad. Las pérdidas por sudor aumentan con las altas temperaturas y las deshidrataciones son más frecuentes, especialmente en los más pequeños. Botellita en mano y que beban a lo largo del día, sobre todo si además están practicando algún deporte o están como los míos corriendo y saltando desde que se levantan hasta que se acuestan.
- Aumenta también el aporte de líquidos a través de comida con alto contenido en agua: melón, sandía, peras, gazpacho, cremas y sopas.
- Huye de los zumos envasados y refrescos azucarados, pero huye lejos. “¿Y qué le bajo a la playa para almorzar?”- me preguntó una mamá ayer. “Pues agua. Los niños beben agua. Y para comer, fruta fresca. ¿Qué te parece preparar un tupper con sandía, melón, piña y nectarinas troceaditas?” Parece que la idea le gustó a juzgar por su sonrisa.
- Aprovecha para preparar nuevas y enriquecedoras ensaladas donde puedas añadir legumbres (garbanzos, lentejas, alubias), huevo o pasta además de las verduras de siempre (lechuga, tomate, zanahoria).
- Acostumbra a tus hijos a consumir habitualmente frutos secos: nueces, almendras, avellanas, pistachos. Son una rica fuente de grasas “de las buenas”, los llamados ácidos grasos poliinsaturados (Omega 3 y omega 6) con importantes beneficios cardiovasculares, entre otros. Recuerda que los niños menores de 3 años no deben consumir frutos secos enteros por riesgo de atragantamiento y asfixia.
- En mi casa tenemos una norma: si merendáis bocata no cenáis bocata. Reconozco que “tirar de bocata” es comodísimo. Los niños más mayores se alimentarían a base de bocatas todo el verano, lo que sea con tal de comer rápido y seguir jugando. Pero se trata de que tanto en la comida como en la cena intentemos sentarnos todos juntos y compartamos una buena ración de verduras (ensalada, gazpacho, crema de calabacín, de calabaza), algo de proteína (huevo, legumbre, pescado o carne) y algo de hidratos de carbono (pan, patata, arroz, pasta). Y de postre: fruta. Y no imaginéis un plato hasta arriba, quizá podéis hacer una buena ensalada que incluya los tres macronutrientes, o si al salmón a la plancha le añadís un puñadito de arroz y unos tomates trinchados, ya tenemos una estupenda y equilibrada cena. No creáis que porque se tome un entrecot del tamaño del plato estará mejor alimentado que si ponemos pequeñas raciones pero que incluyan verdura, proteína e hidratos. Con un entrecot solamente, le daremos un exceso de proteína que no necesita y nos quedaremos cortos con todo lo demás.
- Utiliza aceite de oliva en crudo para aliñar las comidas. Excelente fuente de ácidos grasos monoinsaturados para cubrir la energía del día.
- ¿Y qué pasa con los helados? Seamos sensatos, un verano sin helados, no es verano. Pero con moderación. Los niños no tienen que tomar un helado todos los días, ni mucho menos, representaría un aporte excesivo e innecesario y además poco saludable, de calorías y azúcares refinados. Cuando yo era pequeña y veraneábamos en la playa, a mi hermano y a mí nos dejaban tomar un helado el sábado y otro el domingo. ¿Os podéis creer que aquí servidora se pasaba la semana fantaseando delante del bar con el helado que elegiría el fin de semana? Ni me traumatizó aquello, ni sentí que me robaron la infancia… de hecho, lo recuerdo con un cariño especial: llegar corriendo con mi hermano al bar, elegir en el cartel el cucurucho más grande (¡eso sí!) y darle un primer mordisco con los ojos cerrados, para saborearlo más aún! ¡Qué bueno!
- Haz la compra, a ser posible, sin niños (y sin hambre). Llevar a los niños al supermercado puede convertirse en una pesadilla: “Quiero esto. Quiero lo otro…” Agotador. Al final te olvidas cosas importantes y de pronto, como por arte de magia, aparece comida basura en sus distintas formas y colores en la cinta transportadora segundos antes de pagar ante la sonrisa pícara de tu hija que trata de esconderse. O ante el descaro de tu hijo mayor que dice:
– Mamá, no lo entiendo. No sé cómo han llegado esos bizcochitos de chocolate hasta aquí.
Yo que soy curiosa por naturaleza, cojo los bizcochitos y digo:
– Hijo, vas a tener razón, nos los vamos a llevar. Pero no para comerlos, sino para estudiarlos. Estamos ante el primer caso de bizcochitos mutantes andantes de la historia de la humanidad.
Y por último recordad que a la hora de preparar desayunos, almuerzos, comidas, meriendas y cenas, vosotros elegís la calidad y ellos la cantidad.
Feliz verano.
Dra. Amalia Arce
Pediatra y autora del blog “Diario de una Mamá Pediatra”