Las alergias alimentarias son muy prevalentes en los primeros años de vida, especialmente en los países occidentales, y pueden causar reacciones inmunitarias graves. Véase, a continuación, cómo se manifiestan, qué medidas pueden tomarse para evitarlas y cuál es el papel del profesional en el manejo de estas reacciones.

 

Síntomas de las alergias alimentarias en los niños

Según datos de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición, entre un 4% y un 6% de los niños presenta algún tipo de alergia o intolerancia alimentaria.

La alergia alimentaria se produce cuando el organismo entra en contacto con una sustancia que identifica como extraña, conocida como alérgeno, y para defenderse pone en marcha una respuesta inflamatoria con la intención de eliminar esa sustancia, por sí misma inofensiva, pero percibida como amenazante. Esta respuesta inflamatoria provoca, de forma inmediata tras el consumo del alimento y siempre dentro de las dos horas siguientes a su ingesta, problemas cutáneos (urticaria, rojeces, picazón e hinchazón), lagrimeo, hinchazón de mucosas (labios, lengua), rostro y ojos, problemas respiratorios (estornudos, tos, sibilancias y dificultad para respirar), síntomas digestivos (náuseas, vómitos y diarreas) y, en los casos más graves, una reacción alérgica grave, el llamado shock anafiláctico, que puede causar la muerte de quien lo padece.

Por el contrario, en la intolerancia alimentaria, el problema no está en el sistema inmunitario, sino en el metabolismo y la digestión. En este caso, el organismo no es capaz de metabolizar algún compuesto de un determinado alimento, lo que provoca problemas digestivos (náuseas, vómitos, molestias abdominales y diarrea), dermatológicos (acné), neurológicos (cefaleas o migrañas) y/o endocrinológicos (control del peso), que suelen aparecer al cabo de unos horas de haber ingerido la sustancia.

 

Consejos prácticos para prevenir alergias alimentarias en los niños

Las alergias alimentarias suelen empezar antes de los dos primeros años de vida. La alergia a la leche de vaca suele manifestarse durante el primer año de vida. Entre los 12-24 meses, suele debutar la alergia al huevo, al pescado y a las legumbres, y, más adelante, la alergia a las frutas y otros alimentos, como los frutos secos y el marisco.

Si bien cualquier alimento puede provocar una alergia alimentaria, algunos tienen una capacidad alergénica mayor, como la leche de vaca (alergia a la proteína de la leche de vaca); los huevos; el trigo; la soja; los cacahuetes, las nueces y otros frutos secos, y el pescado y el marisco.

Identificar el alimento responsable de la reacción, a fin de poder evitar su ingesta, su tacto o su inhalación, es la única forma de prevenir una alergia alimentaria en el bebé. Sin embargo, en ocasiones, esto no es tan fácil, porque algunos alérgenos se encuentran en muchos alimentos procesados, de ahí que sea tan importante leer bien todas las etiquetas de los productos que vaya a consumir el bebé.

Evitar el alérgeno es probable que, de manera espontánea, permita que muchos niños puedan volverse tolerantes al mismo hacia los 3-4 años de edad, sobre todo en el caso de la leche, los huevos, el trigo y la soja, y mucho menos en el caso de los cacahuetes, las nueces, el pescado y el marisco.

Sin embargo, hay niños que presentan una sensibilidad muy alta al alérgeno. En función de esta sensibilización, deberá actuarse de manera más o menos estricta, e incluso podrá ser necesario realizar ciertos tratamientos específicos de hiposensibilización.

Impedir las contaminaciones cruzadas, cocinando primero la comida del bebé, manipulando cuidadosamente los utensilios de cocina y evitando aprovechar el aceite, será otra medida preventiva a tomar en consideración.

 

Importancia de hablar con un médico o nutricionista antes de hacer cambios significativos en la dieta de su hijo

Seguir las indicaciones del pediatra sobre la alimentación del bebé será la mejor manera de evitar una alergia alimentaria. La leche materna o de fórmula debe ser el único alimento que se consuma hasta los 6 meses. A partir de este momento, pueden empezarse a introducir alimentos, siempre bajo la supervisión del pediatra o el nutricionista infantil, quienes podrán detectar rápidamente cualquier manifestación clínica que haga sospechar una alergia alimentaria a un alimento concreto e indicar la supresión del mismo de la dieta de la madre (en caso de seguir con lactancia natural) y/o del bebé.

Así mismo, una vez detectado el alérgeno, el pediatra deberá realizar periódicamente pruebas al bebé para determinar si la alergia alimentaria está remitiendo o no y, en función de lo que salga, orientar sobre la mejor conducta a seguir.

 

 Referencias bibliográficas 

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